martes, 29 de octubre de 2013

Invítame.

 Te invito a ver cómo el Sol nos guiña otro amanecer, te invito a que dejemos la trinchera y nos dejemos querer. Invítame a tu dolor y a besar tu cicatriz. Saca el veneno que te hizo guerrera, que yo te invito a vivir y a romper la amargura. ¿Dónde vas a parar? Quítate la coraza que estás más guapa desnuda. Si te dejas querer a la orilla del mar dejaremos las armas, dejaremos la armadura que nos impide amar y dejarnos querer. yo te invito a vivir otra vez. Te invito a dormir en paz después de la discusión, te invito a hacer del drama una comedia cuando se baje el telón. Invítame a perseguir tu cuerpo por el salón. ¿Qué tal si te vas quitando las medias y pasamos a la acción y a romper la amargura?
¿Dónde vas a parar? Quítate la coraza que estás más guapa desnuda.


 A pesar de las decepciones anteriores.
Porque nadie confió en mí como lo hiciste tú.

martes, 22 de octubre de 2013

Nota 2.

"(...) se convirtió en primavera."

 No. No cambia. La distancia no cambia las relaciones, ni los comienzos. No dejas de querer a una persona porque unos kilómetros os separen, por no verla o no tocarla. No si de veras la quieres. Porque si la quieres siempre estará a tu lado. si la quieres, a tu manera, eso no debe cambiar.

 Y sin embargo cambia. Quizá es de necios luchar contra algo establecido. Pero, para variar, yo estoy de acuerdo con ello. Ya basta de reglas, de seguir los caminos. Basta.

 Porque hay muchas formas de demostrar el cariño. A distancia, o sin ella.
El problema es lo que no se ve, ni se intuye. El problema es no oír los gritos en silencio tras el ya asumido 'todo está bien'.

sábado, 19 de octubre de 2013

Nota 1.

"(...) Y definitivamente no el universo."


 Enhorabuena. Eso me queda decir. Porque todas las vallas han sido saltadas, todos los muros derribados y, desde luego, todas las heridas se abrieron y cerraron casi a la par. Pero quizá hizo falta algo así, quizá fue necesaria esa extraña soledad... (...)
Pero no un ángel de la guarda.
A patadas con el universo.

jueves, 3 de octubre de 2013

Héroes antagonicos.

Lo quería.
 Lo quería a cada momento, a cada instante. Era tan difícil respirar sin su presencia... lo quería, sin más. Lo quería incluso cuando me odiaba, cuando me pedía a gritos que le dejara marchar. Lo quería cuando me pedía perdón, cuando sonreía, incluso cuando esa sonrisa no era para mí. Lo quería cuando me evitaba y cuando me buscaba desesperadamente, cuando me ignoraba o cuando se olvidaba de mí. Lo quería cuando era dulce y cercano, cuando confiaba en mis palabras o escuchaba con atención. Lo quería cuando se equivocaba, cuando era cruel y... Lo quería siempre, incluso cuando me odiaba, incluso cuando le odiaba sabía que le quería.


 Y despiertas con ese nervio, buscando a tu lado una silueta que no estará. Recuerdas lo real que sentiste ese sueño, o ese recuerdo mezclado con algo que no existe en realidad. Y das mil vueltas de nuevo, esperando que empiece a escocer el alma. Pero sin embargo sonríes, no precisamente porque sea irreal, no porque no pueda ocurrir... Sonríes porque sabes que, a pesar de todo, esa sensación jamás te abandonó. Lo querías, y despiertas sabiendo un poco mejor que ya no hay marcha atrás, que has pronunciado esas palabras que te aterrorizaban. Pero ya no. Lo querías, lo bueno y lo malo. Lo querías. Lo quieres.