sábado, 7 de diciembre de 2013

A la primera persona.

A la primera persona que me ayude a comprender pienso entregarle mi tiempo, pienso entregarle mi fe. Yo no pido que las cosas me salgan siempre bien pero es que ya estoy harto de perder(te) sin querer.

 A la primera persona que me ayude a salir de este infierno en el que yo mismo decidí vivir le regalo cualquier tarde para los dos. Lo que digo es que ahora mismo ya no tengo ni siquiera dónde estar.
 El oro para quien lo quiera, pero si hablamos de ayer... es tanto lo que he bebido y sigo teniendo sed.
 Al menos tú lo sabías, al menos no te decía que las cosas no eran como parecían. Pero es que a la primera persona que me ayude a sentir otra vez pienso entregarle mi vida, pienso entregarle mi fe. Aunque si no eres la persona que soñaba para qué.
 ¿Qué voy a hacer de los sueños? ¿Qué voy a hacer con aquellos besos? ¿Que puedo hacer con todo aquello que soñamos? Dime, ¿dónde lo metemos? ¿Dónde guardo al mirada que me diste alguna vez? ¿Dónde guardo las promesas? ¿Dónde guardo el ayer? ¿Dónde guardo tu manera de tocarme?

 Aunque lo diga la gente yo no lo quiero escuchar... No hay más miedo que el que se siente cuando ya no sientes nada. 

(...)

 Volver a escucharla y recordar cuánto tiempo hacía que no le prestaba atención. Desde aquel sucio cristal en el que decidió de forma casi literal todo.
 Quizá al final tuvo razón.

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