jueves, 12 de julio de 2012

Olvidarse de olvidar.

 Si tú supieras.
 Si hubiese sabido que jamás volveríamos a vernos no hubiese soltado tu mano aquel día. Si hubiese sabido que jamás volveríamos a hablar, a reír o simplemente a mirarnos con complicidad jamás te hubiese abandonado. Si hubiese sabido que aquel abrazo sería el último, que aquella conversación se llevaría todo el pasado sin mirar atrás, créeme, nada hubiese sido igual. Pero aquí reside la magia de este caprichoso destino. Te da el mayor apoyo, te da la mayor sonrisa cargada de fuerzas para seguir. Y te la arrebata al menor error que cometas. Tienes que ganarte esa sonrisa día a día, debes luchar por ella a cada segundo pues si la dejas libre, si la hieres una única vez y de verdad, se esfumará. Nunca existieron las segundas oportunidades y, si crees haber disfrutado de ellas te equivocas. Si gozaste de una "segunda oportunidad" es porque, a pesar de todo, existía esa confianza, esa extraña conexión entre dos personas. Pero una vez se rompe no hay marcha atrás. no valen intentos, no valen lo méritos, no importa todo lo que pudo hacer o lo que haga en un futuro. Nada de eso importa, porque una vez roto el hilo que los une no hay forma de volver a unirlos.
 Quizá, por ello, si hubiese sabido que aquél día era el último te habría mirado de nuevo, quizá hubiese girado la cabeza, quizá un segundo más a su lado hubiese cambiado la historia. Quizá, si sólo hubiésemos sido nosotros dos la historia tendría un final diferente. O quizá no existiría ese final. 

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