lunes, 13 de febrero de 2012

Impotencia.


Al menos el amanecer es bonito, aunque nunca lo puedas ver.

La locura, en todas sus variables, puede producir la mayor de las tristezas. Ríes. Ríes con esa locura que, en realidad, tanto daño te hace. Intentas imaginar cómo se llega a esa locura, cómo se puede sobrevivir a ella. Imaginas qué es lo que realmente ve, siente o quiere decir, pero jamás se encuentra respuesta. Entonces ríes. Ríes por impotencia, por tristeza, por protegerte a ti mismo de tu propio dolor, de tu propia soledad.

Ese es el momento. Ya no valen quejas, lágrimas o frustración. La pena ajena no servirá de nada. Debes sobrevivir, por ti mismo y por aquellos a quien debes proteger.
No es cuestión de ser maduro o ser fuerte. Es cuestión de tener el valor para levantar la cabeza, y hacerlo sin la ayuda de quien no lo podrá comprender.


"Volar... como hicimos tantos años. Que todavía duermo en ti, que te conozco con mis manos, con mis ojos, con todo lo que hay en mi. Volar y, aunque ya te estés marchando... Volar como hicimos tantos años. Que todavía duermo en ti, que te conozco con mis manos, con mis ojos, con todo lo que hay en mi. Volar... y, aunque no recuerdes nada, sé que no me olvidarás..."

No hay comentarios:

Publicar un comentario