viernes, 18 de mayo de 2012

Quema de Brujas.

 Quizá sería lo único que podría pedir. Arder. Y, al arder, dejar atrás todo. Arder y desaparecer como antes deseaba. O simplemente arder.
 Arder con un fuego capaz de resucitar almas, de quebrar un frío demasiado intenso.
Arder,  y que el viento lleve las cenizas para quemar tus ojos y abrasar tu piel. Arder hasta que se recuerde el mayor olvido, hasta que se fundan los espejos que reflejaron la realidad.
Arder, hasta que la indiferencia se agote, hasta que se rompa el hechizo y despierte del sueño. 
Arder hasta que vuelvas a ser tú.
O, simplemente, arder. Sin más.

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