Esa es la primera sensación que se siente. Notas ese nudo en la garganta, ese cosquilleo en el estómago. Una mirada huidiza, lejana. Empiezas a observar a esa persona cada vez más, sin darte cuenta. La quieres conocer. Quieres escuchar sus historias, y mirarle. Quieres estar a su lado, sentir su roce y volver a temblar. Ahí reside esa magia. Y duele, duele ver la lejanía real. Duele esa presión en el pecho, duele esa emoción. Duele, pero no hace daño.
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