martes, 27 de marzo de 2012

Quizás supere la ficción.

 -Eres un buen chico.
 -¿Disculpa?
 -Quiero decir... A pesar de esa apariencia de persona a la que no le importa nada, estás aquí, ayudándome. Y, aún así, sigues con esa actitud pasota. Es curioso, ¿sabes?
 -Si tú lo dices...
 -¿No lo crees así?
 -No lo sé. Seré raro, quién sabe.
 -Bueno, supongo que me gustan las rarezas. Me gusta eso de conocer a aquellos que se alejan de todo y de todos, y más si tienen carisma.
 -¿Es un halago? Gracias.
 -Pero sigo sin entender qué haces aquí. Tienes ese aspecto de odiar cada segundo que pasas aquí.
 -Odio cada segundo que paso aquí.
 -¿Por qué?
 -Porque no es más que una gran mentira.
 -No lo entiendo.
 -¡Maldita sea! Me pones furioso. Tú y tu manía de intentar conocerme, como si fuese un nuevo reto.
 -Yo nunca dije eso.
 -¡Cállate! Odio esa mentira tuya, odio que te respaldes en ella. Lo odio. Y lo odio porque veo que no tienes intención de parar, jamás. Seguirás mintiendo, seguirás fingiendo que eres feliz y, lo que más odio, es que seguirás haciendo que otros sean felices, a costa de tu propia felicidad. Ahora mismo, aquí, sigues luchando contra cada muro que pongo ante ti. No sé por qué lo haces, pero quiero que pares. Porque no te das cuenta de todo lo que consigues haciendo eso. Y tu problema, tu estúpido problema es que no te das cuenta de nada, ¡nada! Así que deja de preocuparte por los demás. Tú misma eres un gran problema, preocúpate por ti.
 -No quería ofenderte.
 -¿Ofenderme? ¿Pero cómo puedes ser tan necia? No, no me ofendes, me has sacado más sonrisas y carcajadas que cualquier otra persona. Te has ganado cada maldita mirada que he decidido posar en ti. Pero no puedo decir nada, así que ahora olvida esta conversación. Simplemente olvida. Pero deja mis muros en paz.
 -Osea que quieres que me aleje de ti. Lo siento, jamás quise ser un incordio.
 -Claro que quiero que te alejes de mi. Quiero que te alejes porque estás sumergida en una mentira que te está matando. Pero no entiendo por qué. Quiero que te alejes porque estoy cansado de no ser capaz de llegar a ti, de tener miedo de acercarme, de mirarte de lejos, observarte. De ese maldito cruce de miradas. Y de que sea él. Contra él no puedo luchar.
 -¿Crees que esto es una mentira?
 -No lo creo, lo sé. Es una mentira por su parte, al igual que por la tuya. El quiere olvidar y tú le quieres querer.
 -¿Y tú?
 -Yo soy un mero observador de esta historia, no puedo decir nada. Bueno, sólo puedo decir una cosa.
 -¿Qué?
 -Seré yo quién recoja tus pedazos, aunque eso me destruya a mi.


(...)

 Y, de pronto, un día despiertas y recuerdas la realidad. Ves que tu burbuja está rota y que te duele más que nunca fingir. Te das cuenta de que, en realidad, no haces más que huir y que necesitas algo que no te pueden dar. Y duele. Sabes por qué duele, y sabes que no dejará de doler.

No hay comentarios:

Publicar un comentario