Mis fuerzas se alejaron. Las vi huir con las últimas luces del día, con el atardecer más triste que jamás observé. Allí estaban, despidiéndose del mundo, olvidando lo que había en él.
Y el amor se ha evaporado, se unió a las gotas de lluvia en mi ventana. Resbaló por el cristal para yacer hasta el amanecer y, así, evaporarse en su absurdo calor.
-Sin nada de eso, ¿cómo puedes vivir? Serías sólo un burdo recipiente vacío, sin color.
-Supongo que aún hay algo que me ata aquí.
-¿Qué es?
-Ojalá tuviese una respuesta.
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